Antonio Gómez Caamaño (Ferrol, 1962), colegiado de nuestra institución, es, desde el 15 de abril, el nuevo conselleiro de Sanidad de la Xunta de Galicia. Es licenciado en Medicina por la Universidad de Oviedo y se especializó en oncología radioterápica en el Chus. Ha sido jefe de este Servicio desde 2013, y también ha presidido la Sociedad Española de Oncología Radioterápica entre 2021 y 2023. Asegura estar disfrutando de sus responsabilidades al frente de la sanidad gallega y defiende que la experiencia habrá valido la pena si, cuando termine, “los pacientes y los profesionales sanitarios piensan que he sido un buen conselleiro para ellos”.
La primera prioridad que tuvimos fue la de abordar el verano, algo que se ha superado. Una vez conseguido, necesitamos hacer una buena planificación y gestión con todas las ideas que tenemos en la Consellería. En este momento, entre las líneas estratégicas más importantes está el desarrollo del plan de recursos humanos del Sergas para los próximos años, en el que ya estamos trabajando mucho. Además, queremos poner el foco en la necesidad de contar con un programa de salud mental para todos los gallegos, una cuestión que nos interesa muchísimo y sobre la que también estamos empezando a avanzar. De hecho, hemos creado una subdirección específica para abordar de manera global este gran problema de salud, que cada vez va a más. La tercera línea estratégica se centra en la atención primaria y en cómo mejorarla a todos los niveles, tanto desde la percepción que tiene el ciudadano como la de los sanitarios que trabajan en ella. Estas son las grandes prioridades que nos ocupan: atención primaria, recursos humanos y salud mental.
En este momento estamos poniendo en marcha el plan de desburocratización, por lo que todavía no hay resultados, pero sí tenemos los objetivos: nuestra intención es que a finales de este año tengamos desarrollado el 40 % de todo lo que queremos hacer y, en 2026, que el plan esté completado.
Por ejemplo, se han tomado medidas con respecto a las bajas, para que se puedan dar directamente desde el área de admisión de los hospitales en casos como traumatismos. También han llegado las plataformas inteligentes de mantenimiento, máquinas similares a las que ahora sirven para dar los turnos pero con muchas más prestaciones, como generar informes o justificantes. Además, queremos potenciar el papel de la farmacia y de la enfermería en atención primaria para optimizarla. En resumen, todas las medidas que ayuden a que los médicos se centren en su labor como facultativos, especialmente eliminar el papeleo innecesario que no aporta nada.
Más allá del plan para eliminar la burocracia todo lo posible, queremos establecer una mejor continuidad asistencial en relación con la atención hospitalaria. Hasta ahora, el paradigma se basa en que desde atención primaria se haga una interconsulta o e-consulta hacia el hospital, pero queremos que también vaya en sentido contrario: que el hospital pueda enviar consulta a atención primaria para el seguimiento y monitorización de pacientes. Por otro lado, con respecto a la integración de los sistemas de datos y la inteligencia artificial, creo que la nueva versión de la historia clínica electrónica, Ianus 5, va a suponer un cambio de paradigma total —no solamente a nivel de atención primaria, sino también hospitalaria— y permitirá mejorar la continuidad asistencial. Facilitará monitorizar a los pacientes y obtener resultados, que es lo que nos interesa. Otro objetivo, especialmente en el ámbito rural, es potenciar la atención en los domicilios de los pacientes. Esta es una obsesión de nuestro director de Asistencia Sanitaria, que insiste mucho en que existen tres niveles de atención: primaria, hospitalaria y domiciliaria. La medicina debe ir por este camino, especialmente en una población envejecida y rural como la nuestra.
También queremos fomentar la investigación en atención primaria, algo que ya estamos empezando a hacer a través de la Agencia de Conocimiento en Salud. Otra cuestión relevante es aumentar la formación específica en determinados aspectos. Por ejemplo, se está preparando un curso de ecografía para atención primaria. Gracias a unos fondos europeos se ha podido disponer de múltiples ecógrafos en los centros de salud, y queremos que los médicos tengan formación para poder utilizarlos. Además, nuestra intención es fomentar la participación en las materias de atención primaria dentro de la universidad, y cada año salen más plazas en este nivel asistencial. Se trata de un conjunto de medidas que, sumadas, permitirán que la atención primaria funcione mejor sin remodelaciones enormes, que no es nuestro objetivo.
Creo que el problema de la continuidad asistencial es que no se ha pensado en cómo desarrollarla de una manera ordenada. Nuestro planteamiento es que la atención debe estar basada en procesos asistenciales y, a partir de ahí, desarrollar cómo tiene que ser la continuidad asistencial. Hay que ver si el diagnóstico se puede hacer en atención primaria, cuáles son los casos en los que se necesita acudir al hospital y, después, cómo pueden retornar a primaria. Es una cuestión de planificación y gestión pura y dura, pero siempre teniendo en cuenta la opinión de los profesionales. Estoy convencido de que tanto la atención primaria como la hospitalaria quieren una mayor conexión bidireccional entre ellas, pero a ese deseo hay que darle una forma, una manera de hacer las cosas. Es necesario que todo el mundo sepa cómo tiene que derivar y qué pruebas son necesarias para hacerlo.
Estamos muy contentos. Nosotros llegamos a finales de abril, hubo muchos cambios en la Consellería y teníamos el verano encima. La situación era complicada porque, a diferencia de otros años, los residentes no acababan en junio, sino en septiembre, lo que impedía contar con personal para cubrir a todos los médicos y enfermeras que se van de vacaciones. Hacían falta personas y, aunque el Ministerio no ayudó mucho —sino que puso bastantes pegas—, finalmente desarrollamos un plan de contingencia en el que los MIR juegan un papel fundamental. Estamos muy agradecidos a los más de cien residentes de atención primaria y pediatría que participaron. También funcionaron bien las bolsas de trabajo para cubrir tardes y guardias, con más de trescientos profesionales adheridos. El resultado es incontestable, más allá de cómo piense cada uno: más urgencias hospitalarias y extrahospitalarias, bastantes más cirugías en los hospitales, más actuaciones del 061 y más donaciones de sangre, y todo ello manteniendo las consultas externas ordinarias y la realización de pruebas complementarias. Y, que yo sepa, ningún paciente se quedó sin cama.
Es necesario un trabajo de sensibilización de esos nuevos médicos, que hay que hacer desde la universidad. Si tienes un trabajo que te permite conciliar, consolidar un proyecto de vida —lo que significa que no te van a hacer un contrato de dos días, sino a largo plazo—, con buen acceso a tecnología —como los ecógrafos— y a la atención hospitalaria, una buena historia clínica electrónica y se permite investigar y ejercer como profesor en la universidad si se desea, la profesión resulta más atractiva. Si se actúa sobre este conjunto de cuestiones, probablemente las plazas quedarán cubiertas. Por otro lado, el Ministerio ha aprobado algo que llevábamos solicitando desde hace muchos años: que no haya punto de corte en el MIR. También se ha vuelto al sistema de elección en el momento —y no por selección previa—, independientemente de que se realice de forma presencial o a distancia. Veremos qué sucede este año con respecto a la elección de plazas. Yo creo que se van a cubrir.
Faltan profesionales sanitarios, que es un problema que no tenemos solamente en Galicia, sino en España y en toda Europa, y que afecta especialmente a la atención primaria —donde trabaja el grupo de profesionales sanitarios de mayor edad—.
Varias cosas. La primera es convencer a la gente de que no hay sustitución posible salvo que se permita una entrada masiva de profesionales sanitarios en el sistema. A día de hoy, esto solo podría hacerse a través de personas que tienen sus títulos pendientes de homologación. Se trata de algo que no depende de nosotros, sino que es responsabilidad del Ministerio de Sanidad y que venimos reclamando. Otra medida es que los profesionales que quieran prolongar su edad laboral hasta los 72 años puedan hacerlo —así se lo hemos pedido al Ministerio sin que haya tenido en cuenta nuestra petición— e incentivar a quienes se encuentran próximos a la jubilación para que puedan extender su actividad un poco más. Las medidas para conseguirlo van más allá de las puramente económicas —por ejemplo, es muy importante facilitar la conciliación—. Debemos ser imaginativos en este sentido, porque se trata de un problema que no tiene solución a corto y medio plazo: el déficit de personal sanitario no empezará a mejorar hasta dentro de ocho o nueve años. Hay que optimizar mucho el sistema y utilizar todas las figuras de profesionales sanitarios con los que contamos. Más allá de medicina y enfermería hay muchos perfiles que pueden ayudar a cubrir la asistencia a los pacientes —y especialmente en Galicia, con una población envejecida—, como fisioterapia y psicología. No todas las soluciones están en los médicos.
Estamos ante un problema de educación sanitaria, que es otro de los aspectos en los que tenemos que trabajar mucho. La población debe saber cuándo debe acudir al médico, porque hay ciertos motivos de consulta que no parece que tengan mucho sentido —especialmente a ciertas horas—.
Se está trabajando, y de cara a los últimos meses del año vamos a poner el foco en esta cuestión para reducirlas en las especialidades que tengan un tiempo de espera más largo de lo recomendable. Aunque los tiempos de espera son importantes, más relevante es la repercusión que tienen. En este sentido, ya estamos analizando datos de su impacto, y los resultados son buenos. Cumplimos con nuestras prioridades. Puede que haya mucha lista de espera para alguien que tiene un juanete, pero en cuestiones importantes estamos cumpliendo. Nosotros vamos a trabajar mucho en resultados en salud. Es nuestra obsesión. Se trata de una cuestión en la que también vamos a ser pioneros porque, aunque se habla mucho sobre ello, no se hace. Y no se hace debido a que, si se quiere trabajar en resultados en salud, se necesitan datos, que estos sean homogéneos y que se puedan manejar. Es difícil.
En Galicia tenemos la suerte de contar con la mejor historia clínica electrónica del mundo. Puede sonar exagerado, pero es verdad. El gran defecto que tenía la historia hasta ahora era que conformaba un repositorio enorme —porque incluye toda la información de los pacientes—, pero no permitía extraer datos directamente, algo que sí será posible con la nueva versión. Vamos a tener mucha información sobre cómo hacemos las cosas y en qué es posible mejorar. Sin monitorizamos no podemos compararnos ni saber en qué fallamos. Si detectamos, por ejemplo, a pacientes con posible diabetes en una zona determinada, podemos tomar medidas para atajar ese problema. Los datos son fundamentales y, además, estimulan. Si un médico sabe que las mismas intervenciones que realiza tienen mejores resultados en otros hospitales, es posible analizar qué está pasando para tratar de mejorar. Se trata de un autoexamen con la intención de conocer por qué los resultados varían en diferentes lugares. Estamos detectando puntos de excelencia —tanto en atención primaria como hospitalaria— para exportar esa forma de trabajar a todos los centros posibles.
La sanidad privada es sanidad. No entro en el debate entre pública y privada, porque es absurdo discutir sobre algo que hace falta. Como responsables de la sanidad pública, el objetivo es garantizar la asistencia a todos los gallegos y gallegas. Para conseguirlo, tenemos que utilizar todos los medios de los que disponemos. Necesitamos apoyarnos en la sanidad privada para poder cubrir todas las necesidades asistenciales porque, de lo contrario, no podríamos hacerlo tal y como está diseñado nuestro sistema universal. Lo importante es que el proceso de otorgar a la sanidad privada ciertos procesos asistenciales sea muy claro —sabiendo en todo momento cómo y para qué se utiliza—, transparente y homogéneo. Si un servicio público puede atender cien casos cuando hay doscientos y podemos cubrir esa demanda en la sanidad privada, no tiene sentido generar más lista de espera. A veces también se escucha un discurso perverso sobre el dinero que se abona a la sanidad privada para realizar esta atención, pero la realidad es que algunos procesos son más baratos que en la pública, y nosotros somos los responsables de cómo se gastan los fondos. No se está tirando el dinero, sino invirtiendo para cubrir una necesidad asistencial.
Es fundamental. Tenemos una población mayor, polimedicada y, en muchos casos, sin ningún tipo de apoyo familiar. Hay que orientar la asistencia hacia esa atención sociosanitaria. Nuestra intención es trabajar junto a Política Social para evitar solapamientos y definir muy bien en dónde podemos actuar dentro de las funciones de cada uno. Deberíamos interaccionar más para optimizar recursos. Ellos juegan un papel fundamental en este tipo de cuidados, y nosotros tenemos que estar ahí para aportar en el ámbito asistencial. En una sociedad como la gallega, es vital una buena política y educación sociosanitarias.
Estamos empezando a trabajar mucho en este ámbito a través de la subdirección de Salud Mental. El plan de salud mental termina a finales de este año y ya estamos empezando a analizar los resultados. Esto es importante, porque frecuentemente se hacen planes y estrategias que, después, no se evalúan. Nosotros lo estamos haciendo para que, a principios del año que viene, podamos empezar a trabajar en el próximo plan de salud mental. En este ámbito se están haciendo cosas muy interesantes, como una guía de buenas prácticas para los medios a la hora de comunicar el suicidio, porque la prensa tiene un papel fundamental. Otras iniciativas están orientadas a la detección precoz en los colegios, a la posibilidad de actuaciones urgentes o a integrar todo lo que tiene que ver con la salud mental a través de procesos muy estructurados en los que se tiene en cuenta tanto a psiquiatras como a psicólogos clínicos. Todavía queda mucho trabajo por hacer.
Con naturalidad. A veces echo de menos la actividad que llevaba a cabo antes —especialmente el contacto con el paciente o el agradecimiento espontáneo cuando te encuentras con alguno en la calle—. Aunque pueda resultar sorprendente para algunos, estoy aprendiendo mucho en la Consellería y me encuentro muy a gusto. Hay que aceptar todos los problemas que pueden llegar, pero cuento con un equipo maravilloso. Antes me gustaba ir a trabajar al hospital, y ahora me gusta hacerlo en la Consellería. Soy un afortunado.
Sí, claramente. Pero venir de la actividad clínica da una visión de lo que es realmente importante y permite ser muy ejecutivo.
La valoración es positiva y, la relación, buena con todos los colegios. Son instituciones necesarias que pueden aportar mucho al sistema, porque hay cosas que nosotros no vemos, por lo que necesitamos estar en contacto con ellos. En relación con algunos problemas que van surgiendo —como el de la prescripción por parte de enfermería—, nosotros estamos aquí para escuchar a todo el mundo y mantener una relación cordial. Lo que queremos es que los profesionales trabajen bien y de forma cómoda. Siempre estaremos dispuestos a hablar y, por supuesto, a defender los intereses de todos los profesionales sanitarios.
Que los pacientes —especialmente las personas mayores— y los profesionales sanitarios piensen que he sido un buen conselleiro para ellos. Con eso cubriríamos el trabajo que hemos venido a hacer: cuidar a los pacientes y a nuestros profesionales. Más allá de grandes logros, me iría contento si ellos hablan bien de mí.