El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (CGCOM) continúa su campaña contra las pseudociencias y las pseudoterapias, denominación que hace referencia a aquellas sustancias o actividades de pretendida finalidad sanitaria que no están basadas en la mejor evidencia clínica disponible y actualizada y se presentan como tales. La doctora Rosa Arroyo, vicepresidenta segunda del Consejo y coordinadora del Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias, trató este tema en Proteger la salud frente a las pseudociencias, una ponencia celebrada el pasado 17 de abril bajo el auspicio de la Fundación Corbi en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (Muncyt) de A Coruña y, el 8 de mayo, en la sede viguesa de la Diputación de Pontevedra.
Es un fenómeno que está aumentando bastante en la sociedad, incluso entre los jóvenes, que tienen mejor acceso a la información pero esta no es de calidad, sino que procede de fuentes no contrastadas ni verificadas, afirma la experta subrayando su incremento en toda España. “Los 52 colegios de médicos reciben continuamente alertas sobre actividades de difusión o servicios relacionados con la salud que no están avalados por médicos”, profesionales que “deben estar identificados con su titulación y especialidad en el registro público”.
Al profundizar en las causas de proliferación de pseudoterapias, la coordinadora del Observatorio asegura que existen dos razones principales: la eclosión de la pandemia y la situación de hiperconectividad en la que vivimos. En referencia a la primera, relata cómo el confinamiento provocado por la Covid-19 puso “la salud en el centro de nuestra vida” y provocó una situación de incertidumbre nunca antes conocida: “esto le dio un gran empujón al mundo de las pseudociencias”.
Respecto a la segunda causa, la doctora Arroyo resalta el aspecto negativo de las redes sociales como medios de expansión de todo tipo de opiniones entre las que existen afirmaciones engañosas planteadas como auténticas: una noticia falsa y sensacionalista tiene un 70 % más de probabilidades de difundirse que una verdadera.
Según un estudio de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), “una de las terapias sin evidencia científica más extendidas es la homeopatía, pero hay muchas otras que pueden constituir un riesgo para la salud, porque pueden producir que los pacientes retrasen o abandonen tratamientos que sí han demostrado eficacia y seguridad, afectar a la esfera psíquica, social y económica por encarecimiento de los costes de su proceso”. Esto “es especialmente relevante en la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran pacientes con enfermedades crónicas, degenerativas, tumorales o mentales”.
Las más peligrosas “son las que mezclan lo físico con lo espiritual: las constelaciones familiares, la bioneuroemoción, la biodescodificación o la nueva medicina germánica de Hamer. Pueden dejar secuelas importantes en personas con enfermedades graves”, explica.
“Cuando acudimos a un establecimiento sanitario no es suficiente ver un título en la pared, hay que verificar la identidad de médico colegiado habilitado y la especialidad reconocida en el registro público”, aconseja la doctora Arroyo como herramienta fundamental para evitar el fraude y el intrusismo.
La especialista incide en que, en parte, la aceptación de estas prácticas es consecuencia de una sociedad envuelta en la “infoxicación”, palabra que hace referencia a una sobrecarga de información difícil de procesar y contrastar. El pensamiento crítico es algo en lo que tenemos que ser educados desde los primeros años. Para protegernos y detener la viralización de noticias falsas, es fundamental contrastarla y acudir a fuentes fiables como los colegios médicos, las sociedades científicas, las asociaciones de pacientes, e incluso los verificadores de bulos”.
Por otra parte, “cuando tenemos un problema grave de salud, las noticias no son siempre lo que esperamos oír y cada uno reacciona como puede en ese momento. La enfermedad es una situación de vulnerabilidad y desestabilización para el paciente y su entorno familiar, sobre todo en casos difíciles ―como tumores, enfermedades neurodegenerativas o crónicas―. Nuestro deber como médicos también es advertirle de los riesgos que pueden suponer determinadas actitudes y proporcionar información honesta y rigurosa para que pueda tomar sus decisiones adecuadamente.
Otro aspecto que la doctora Arroyo resalta consiste en cómo las pseudoterapias se han vuelto habituales para tratar afecciones banales para las que antes no se demandaba atención médica. “Vivimos en una sociedad de la inmediatez con necesidad de bienestar permanente y medicalizada en exceso”. En las patologías graves, como trasplantes o cirugías, “mayoritariamente se recurre a tratamientos basados en la evidencia y a prácticas seguras y eficaces, pero hay una pequeña proporción de pacientes que no lo hacen, y esto justifica que tengamos que actuar y enviar un mensaje a la sociedad para prevenir los riesgos y las potenciales consecuencias”.
Entre los propagadores de las prácticas alternativas se encuentran los influencers. Las voces de algunos de estos ídolos de internet han fomentado, o fomentan, las pseudoterapias entre sus seguidores, que asumen sus recomendaciones como infalibles, respaldadas por el número de visitantes en sus redes. “Son personas que carecen de formación académica en el ámbito sanitario”, resalta la médica antes de indagar en el peligro que suponen. “No es lo mismo hablar de moda que de una dieta. Difundirla entre los jóvenes puede provocar una patología grave entre pacientes con una predisposición u otra enfermedad de base. Dan por hecho que es bueno para todos y no es así”.
Rosa Arroyo también revela que otra motivación para divulgar estas terapias es la publicidad encubierta. “Tenemos una legislación obsoleta en este aspecto, y necesitamos un cambio normativo para que sea delito difundir estas prácticas con productos, actividades o servicios de pretendida finalidad sanitaria”, asegura. No obstante, reconoce que será difícil en el caso de los influencers asentados en otros países, aunque confía en que acabarán surgiendo medidas para combatir sus actuaciones.
El Observatorio colaboró en el proyecto de ley de publicidad de productos sanitarios con alegaciones para que se regulara esta problemática. Además, la institución aporta un control que resulta de gran relevancia para evitar la proliferación de las pseudoterapias, como revela la especialista: “cuando somos informados de este tipo de actividades alertamos al colegio provincial, que se pone en contacto con las autoridades sanitarias locales. Muchas veces hemos conseguido que se suspendan cuando ocurren en espacios públicos como ayuntamientos”. Los colegios médicos también tienen un papel fundamental en la denuncia del delito de intrusismo, y a ellos pueden acudir los ciudadanos para reportar este tipo de situaciones.
El Observatorio se puso en marcha en 2017 por el doctor Jerónimo Fernández Torrente, y desde 2021 lo coordina la doctora Arroyo. Sin embargo, la institución no es la única con una dedicación centrada en los peligros de tales prácticas. En 2018, la ministra de Sanidad, Luisa Carcedo, y el ministro de Ciencia, Pedro Duque, presentaron el Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias. “El plan tiene cuatro líneas de actuación: información, publicidad engañosa, garantizar la identificación de los profesionales sanitarios y, finalmente, la formación de estos últimos. Pero es necesario impulsarlo para alcanzar los objetivos propuestos”.
En 2020, la asamblea de la Asociación Médica Mundial aprobó el texto íntegro presentado por España para la Declaración de sobre pseudociencias y pseudoterapias en el campo de la salud, haciendo hincapié en los importantes riesgos y daños potenciales, así como una serie de recomendaciones que constituyen la hoja de ruta para la profesión médica y las autoridades sanitarias.
La formación de los profesionales es uno de los principales objetivos del Observatorio. En su web (https://www.cgcom.es/observatorios/oppiss) se pueden ver todos los seminarios realizados hasta el momento, de acceso libre, en colaboración con sociedades científicas, asociaciones de pacientes ―como la Asociación Española Contra el Cáncer o la Federación Autismo España―, otras profesiones sanitarias y profesionales de la comunicación.
“Este problema de bulos y noticias falsas no implica solo a la medicina. Se trata de algo que va más allá”, asegura Rosa Arroyo. Por eso son importantes campañas como la realizada el pasado 7 de abril, el Día Internacional de la Salud. Esta jornada se aprovechó para llevar a cabo una iniciativa cercana a los jóvenes con consejos rápidos y sencillos que hiciesen frente a la desinformación, a la verificación de fuentes y al rechazo del charlatanismo.
Al preguntarle sobre la relevancia de adaptar su mensaje a la actual generación, la especialista argumenta que “es muy importante aprender a comunicar la ciencia. Debemos adecuar el lenguaje, y eso se vio durante la pandemia. A veces era más importante la forma que el contenido. Tenemos que intentar usar un lenguaje más accesible sin perder el rigor científico”.
La experta ejemplifica cómo hacer una comunicación efectiva en los anuncios de la plataforma ConPrueba (https://www.conprueba.es/). Uno de sus mensajes es que “si reparas tu móvil en una tienda de confianza, no confíes tu salud a cualquiera”